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El vuelo maldito de Germanwings

Los periodistas, y menos los de infantería, los de las trincheras, nunca deberían hablar en primera persona. ¡Podemos vanagloriarnos de tan pocas cosas! Esta es una de mis excepciones. He visto la eclosión de una galaxia, un big bang literario: el nacimiento de una escritora. Intuí que en las manos de X aleteaba una gran […]

Los periodistas, y menos los de infantería, los de las trincheras, nunca deberían hablar en primera persona. ¡Podemos vanagloriarnos de tan pocas cosas! Esta es una de mis excepciones. He visto la eclosión de una galaxia, un big bang literario: el nacimiento de una escritora. Intuí que en las manos de X aleteaba una gran pluma, perdonad la petulancia, antes incluso que algunos de sus profesores del Ateneo de Barcelona.

Para explicar esta historia he de recordar una desgracia y uno de los viajes más tristes de mi vida. El próximo miércoles se cumplirá el sexto aniversario de una de las peores tragedias de la historia de la aviación. El 24 de marzo del 2015, a las 10 horas, 41 minutos y seis segundos, el vuelo 4U 9525 Barcelona-Düsseldorf de la compañía Germanwings se estrelló entre Seyne-les-Alpes y Le Vernet, en la Alta Provenza.

Murieron las 150 personas que iban a bordo, incluidos seis miembros de la tripulación. Los bellísimos Alpes franceses fueron su tumba. Al fotoperiodista Mané Espinosa, al entonces videorreportero Albert Domènech (hoy, redactor jefe de las páginas de Gente) y al cronista les tocó cubrir el suceso como enviados especiales. Fue un trabajo y un viaje de ida y vuelta tristísimo. Todos los viajes así lo son, pero este aún más…

Andreas Lubitz, el copiloto, estrelló deliberadamente el aparato. ¿Por qué lo hizo? Nunca lo sabremos. La única certeza es que el accidente fue obra de un suicida que quiso llevarse con él las vidas de 149 inocentes, entre ellos hombres y mujeres de negocios, recién casados, turistas, estudiantes y dos bebés. Desde el 2009, Andreas Lubitz tomaba fármacos por los trastornos y la depresión que padecía.

Era un caso de manual: en esas condiciones, no debía pilotar, sino recuperarse. Pese a ello, de forma incomprensible, pasó todos los exámenes, controles y pruebas médicas. La investigación destapó que al menos 40 doctores conocían sus problemas y no comunicaron a nadie que la mente del copiloto era una bomba de relojería. ¿Cuándo comenzó la cuenta atrás? ¿Aquel mismo día o mucho antes?

A las 10.12 horas, el piloto Patrick Sondheimer y su segundo recibieron el almuerzo. Andreas Lubitz empezó a comer a las 10.15 horas. A las 10.29 el comandante se fue al lavabo. A partir de ese momento, el copiloto bloqueó la puerta de la cabina por dentro. La mecha de su bomba, esa que otros no quisieron o no pudieron ver, ardía irremisiblemente. A las 10.31 se oyeron los golpes del comandante que intentaba entrar. Gritos…

Y a las 10 horas, 41 minutos y seis segundos, el estallido. El silencio. Pasamos cinco días en los Alpes. Cuando regresábamos a Barcelona y ya estábamos cerca de Digne-les-Bains, a 41,1 kilómetros de Seyne-les-Alpes por una tortuosa carretera de montaña, recibimos un mensaje de nuestra compañera Paloma Arenós. Creía que aún estábamos en Le Vernet y nos rogaba que leyéramos allí una carta de una de sus amigas, X.

En su día dije que aquel era “el texto más hermoso que he leído jamás”. Lo escribió una madre de dos niños que había perdido en el vuelo 4U 9525 a su marido, directivo de una multinacional japonesa. La releí centenares de veces hasta que mucho después, en un gesto irreflexivo, pero respetuoso, decidí borrarla de mi móvil porque no me pertenecía. Recuerdo que acababa así: “Deixa la muntanya, amor meu, i torna a casa”.

Paramos el coche como pudimos, peligrosamente cerca de una curva. Miramos hacia la montaña y leímos la carta con la voz rota. No fue suficiente. Le rebotamos el mensaje a Paty e Irene, dos de las integrantes del dispositivo de la Cruz Roja que atendía in situ a los familiares. Irene, con una voz preciosa, leyó el mensaje donde quería la viuda: en el monolito alzado en homenaje a las víctimas, rodeada por sus compañeros.

Uno de ellos grabó aquel momento en un vídeo que duraba un minuto, 15 segundos. La última imagen era de las cumbres nevadas, mientras Irene, con una rosa blanca en la mano que acababa depositando junto al resto de flores, luchaba por decir: “Deixa la muntanya, amor meu, i torna a casa”. También atesoré durante mucho tiempo el vídeo en mi móvil, pero sin atreverme a abrirlo por pudor. Por pudor, y digámoslo todo, para no llorar.

El día en que finalmente decidí borrar la carta, inspiré hondo y también borré el video. No eran míos. Yo solo hice de intermediario y no tenía derecho a invadir la intimidad de X. Siempre supe que aquella carta maravillosa era obra de una mujer también maravillosa, con un talento fuera de lo común. Han pasado solo seis años y el tiempo me ha dado la razón. Hoy X es una de las voces más respetadas de las letras catalanas.

Con apenas un volumen de 19 cuentos y dos novelas, traducidas al castellano y a otros 16 idiomas, se ha labrado un hueco en el Olimpo de la literatura. Yo la vi despegar antes que nadie. Legiones de lectoras y lectores ya sabrán quién es. No resulta difícil averiguarlo. Ella ya ha hablado en algunas entrevistas de Germanwings. Quizá sea una tontería callar su nombre, pero me siento obligado por una promesa de hace seis años.

Espero que sepa perdonarme. Me regaló su primer libro a través de Ariadna, su hermana y ahora también la mía porque la tragedia nos unió con un hilito de plata invisible. El sobre decía: “De parte de X y de Ariadna, tu familia desde el accidente de Germanwings”. En la dedicatoria, X escribió unas palabras preciosas y que deben quedar entre ella y yo. Utilizó un bolígrafo de tinta verde. Dicen que el verde es el color de la esperanza.

X, apasionada de los viajes, historiadora del arte, articulista de prensa cultural, lectora editorial, ex alumna de una escuela de cine y de un taller de escritura creativa. Madre y escritora. Por más que me esfuerzo, no hallo mayor elogio que las palabras de Jenn Díaz, otra escritora. La autora de BelfondoMare i filla y la más reciente Mujer y poder, dijo de ella: “Sus personajes están más cerca de ser personas que personajes”. X, mi hermana.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20210319/6375580/viaje-maldito-germanwings-grandes-viajeras.html

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